En medio de las montañas del Rif, en el norte de Marruecos, está Chefchaouen, la inverosímil “Ciudad azul” de África. Cada rincón de este laberíntico pueblo está pintado desde hace siglos por este suave tono añil mezclado con blanco y, por su enclave entre las montañas, parece una ciudad-nube o pedazo de cielo.

Chefchaouen, fundada en 1471 por Moulay Ali Ben Rachid como una fortaleza para proteger la región de invasiones portuguesas, tiene una rica historia que mezcla influencias moriscas, judías y bereberes. Tras la caída de Granada en 1492, muchos andalusíes musulmanes y judíos llegaron a esta zona buscando refugio. Ellos trajeron consigo no solo sus costumbres, sino también sus tradiciones arquitectónicas, que se pueden percibir en los detalles de las casas y patios, con azulejos y ornamentación que evocan la nostalgia del Al-Ándalus perdido.

El pigmento azul de la “Ciudad azul”

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La distintiva pintura azul que cubre la ciudad se atribuye a varias teorías. Algunos creen que fue introducida por los judíos refugiados como símbolo del cielo y el paraíso, una tradición espiritual para recordar la presencia de lo divino. Otros, más pragmáticos, sostienen que este color tiene un efecto repelente para los mosquitos.

Sea cual sea la razón, el azul se ha convertido en una firma de la ciudad, uniendo historia y leyenda en sus muros. Hay que decir que esta pintura azul se puede comprar en polvo en casi todos los mercados que están sobre las calles del pueblo y puedes llevarte un poco a casa.

Un paseo por Chefchaouen

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Las calles de Chefchaouen son angostas y laberínticas. La ciudad se compone de cuestas y callejones, donde cada giro revela una nueva perspectiva del azul que lo envuelve todo. Las pequeñas tiendas de artesanía ofrecen productos locales como mantas tejidas a mano, cerámicas decoradas y productos de cuero que capturan la esencia de las tradiciones locales. Y es posible afirmar que no hay ciudad que tenga más gatos en sus calles, lo cual añade encanto a las caminatas.

La belleza de Chefchaouen reside en los pequeños detalles: en el reflejo del sol sobre una puerta azul desgastada, en las macetas de geranios que adornan los callejones, en el eco de las conversaciones que reverbera entre las paredes encaladas. Es una ciudad que invita a caminar, contemplar, a observar la vida cotidiana sin prisa.

Actividades recomendadas en Chefchaouen

Uno de los puntos más emblemáticos es la Plaza Uta el-Hammam, centro de la ciudad y lugar de encuentro para locales y viajeros. Flanqueada por la antigua Kasbah, una fortaleza rodeada de jardines, y por la Gran Mezquita, la plaza es un sitio ideal para sentarse en una terraza y disfrutar de un té a la menta, mientras el paisaje montañoso en el horizonte cambia con la niebla que lo atraviesa en las tardes.

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Más allá de su núcleo urbano, las montañas del Rif ofrecen rutas de senderismo para quienes buscan conectar con la naturaleza. Cascadas, ríos y valles esmeralda rodean Chefchaouen, brindando un contraste impresionante con el azul urbano. Uno de los destinos más visitados es la Cascada de Akchour, donde los excursionistas pueden disfrutar de una caminata entre exuberante vegetación y refrescarse en las aguas cristalinas.

Chefchaouen es el lugar perfecto para terminar un viaje a Marruecos. Después del bullicio de las grandes ciudades marroquíes como Marrakech o Fez, uno llega a Chaouen a descansar y apreciar la belleza. Su particularidad reside no solo en su color, sino en su capacidad para ofrecer un refugio visual tranquilo, un remanso de paz donde la vida fluye con serenidad. Es sin duda una ciudad profundamente cautivadora.

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